1975/1993: Alejandro De Tomaso al mando de Maserati
La guerra de Yom Kipur provocó la primera crisis energética y al mismo tiempo hizo tambalear las ventas de los deportivos. Los Maserati de los setenta no pudieron cosechar el éxito esperado y en 1975 Citroën se vio obligada a deshacerse del Tridente que acabó en las manos de Peugeot.
Como sus homólogos galos, los directivos del león rampante no querían relanzar Maserati y la marca fue entonces relevada por el GEPI, una institución financiera que rescataba empresas en crisis. En 1975 el italoargentino fue nombrado director y solo un año después salía al mercado su primera criatura: el Maserati Kyalami.
Para paliar la hemorragia de ventas De Tomaso lanzó un coupé deportivo inspirado a la Longchamp, un modelo no demasiado exitoso que se podía adquirir entre 1973 y 1988. Los diseñadores Pietro Frua y Tom Tjaarda se concentraron principalmente en el frontal que abandonó los faros rectangulares para adquirir cuatro focos redondos amparados por un capó inclinado.
En este modelo a escala 1:43 de Minichamps podemos apreciar el interior del Kyalami que se distinguía por sus detalles elegantes como los asientos en piel Connolly – la misma de Aston Martin, Bentley y Jaguar, entre otras – y las maderas finas del salpicadero; lo que no podemos apreciar con este coche a escala es la experiencia de conducción del bólido que montaba un V8 de 255 CV y alcanzaba fácilmente los 240 km/h.
Al contrario de otras supercars, la potencia del Maserati Kyalami no llegaba de golpe sino que estaba perfectamente dosificada para garantizar unas prestaciones perfectas en todas las ocasiones, desde los tramos urbanos hasta las carreteras de montaña.
Un sedán de lujo
Tres años después salió a la venta un modelo destinado a cosechar un discreto éxito como auto presidencial: la tercera generación del Maserati Quattroporte. En la imagen podemos ver la reproducción del coche oficial de Sandro Pertini, Presidente de Italia entre 1978 y 1985 y figura política muy querida en el país transalpino. Durante su mandato, el ex partisano optó por un Maserati Quattroporte Royale que recibió el apodo de Calliope, la musa griega de la bella voz.
El buque insignia del Tridente montaba un V8 de 300 CV pero lo mejor residía en el interior que, como de costumbre, era impecable. Los afortunados clientes podían escoger entre alcántara o cuero para los asientos mientras que el salpicadero era enriquecido por unos detalles en raíz de nogal. A diferencia de las demás versiones, el Royale tenía dos sillones separados en la parte trasera, estanterías plegables y una mini nevera; tres detalles que lo convertían en un auténtico coche presidencial.
La criatura de Giorgetto Giugiaro tenía la línea en boga en los ochenta y se diferenciaba de la primera generación por sus medidas. Los nueve centímetros que perdió en longitud se vieron compensados por el crecimiento en el ancho (+ 9 cm) y en el alto (+2 cm) que le otorgaron una sensación de imponencia.
Biturbo: el Maserati para todos
Kyalami y Quattroporte fueron un soplo de aire fresco pero De Tomaso seguía necesitando un modelo de mayor éxito comercial; para conseguirlo decidió apostar por un sedán de gama alta: el Maserati Biturbo. Los rivales declarados eran las berlinas alemanas y italianas que De Tomaso creía alcanzar con un deportivo rápido, asequible y perfectamente cuidado en el interior. Con un precio de catálogo de 22 millones de liras, el coupé fue anunciado como “el Maserati para todos” pero la grandilocuencia de las premisas no se vio reflejada en la realidad de los hechos.
El precio prometido subió en los meses siguientes y los primeros dueños recibieron un Maserati de prestaciones elevadas pero muy difícil de controlar y con un consumo de gasolina por las nubes. Y esto no es todo, en Estados Unidos el modelo del Tridente obtuvo una pésima reputación por su tendencia a la autocombustión, un problema que fue resuelto en 1987 con la adopción de la inyección electrónica. Pese a todo esto, el automóvil sobrealimentado fue vendido en muchos ejemplares convirtiéndose en un auténtico icono de los ochenta.
Como todo deportivo que se respete, también el Biturbo hizo su aparición en la saga de James Bond concretamente en la película 007 – Licencia para matar. En las últimas escenas, el narcotraficante Franz Sánchez huye de su laboratorio en llamas a bordo de un Maserati Biturbo 425 reproducido con todo lujo de detalles en la miniatura 1:43 de Altaya. Otra versión digna de mención es el Spyder diseñado por Marcello Gandini en 1988, un descapotable que se diferenciaba de sus primos tanto en la carrocería como en los interiores. En cuanto a las reproducciones a escala, los mejores modelos son los de Minichamps que ofrecen a los apasionados unas miniaturas 1:18 simplemente perfectas.
El fin de la era De Tomaso
Antes de vender el Tridente a Fiat, el fabricante transalpino lanzó un último modelo que acabó siendo el canto del cisne de la era De Tomaso. El Maserati Karif hizo su primera aparición en el Salón de Ginebra pero la recepción de la prensa no fue nada positiva pese a unos interiores de calidad artesanal y un motor 2.8 que le permitía alcanzar los 100 km/h en meno de 5 segundos. Elegante y rápido, el coupé modenés no fue entendido en la época y en 1992 salió de producción después de haberse vendido poco mas de 200 unidades. En la imagen podemos ver la reproducción a escala 1:43 de De Agostini que rinde homenaje a la gran incomprendida de Maserati.